martes, 5 de agosto de 2014

I Carrera nocturna de La Guardia (Toledo)

Tras un caótico verano en el que no voy a ser capaz de ponerme en forma, bien sea por una causa o por otra (lo peor, la lesión del gemelo), decido ir a participar en La Guardia el pasado 1 de agosto. En realidad, la decisión fue de Ali, quería correr allí y yo no iba a quedarme en casita.
Tan solo he podido entrenar dos días con anterioridad, miércoles y jueves (la carrera es el viernes), por lo que decido hacerla a unos 5' el mil, no sea que el gemelo recaiga. Antes del calentamiento me encuentro a un compañero que se anima a hacerla conmigo, perfecto.
Las carreras de los más jóvenes son caóticas. Lo siento, pero no encuentro una descripción mejor. No se puede dejar todo el peso de la organización en una sola pesona, que, por muy experto que sea, siempre necesitará ayuda, la cual brillaba por su ausencia.
Pero tampoco vamos a deslucir esta prueba, ya que la localidad, a pesar de haber sido la primera edición, tuvo una buena acogida, encontrando público en bastantes zonas del recorrido.
Alicia fue la primera lagunera en participar. Su prueba era muy corta, tan solo 1200 metros, y no pudo alcanzar el podio al no controlar todavía estas distancias. Eso si, luchó en un apurado sprint final con la tercera participante.

Poco después salimos los adultos: Mónica (primera senior), Bienve, Antonio Layos, Uti, Juan, Ignacio y un servidor.
Nos colocamos los últimos del todo para salir, prefiero ir tranquilo desde el principio y tener buenas sensaciones mientras voy adelantando gente. Así parecerá que voy rápido, aunque en realidad, el ritmo previsto sea lento. Pero desde los primeros metros mi acompañante empieza a tirar de mi. Le advierto enseguida que no quiero jugármela, que prefiero ir más despacio, al menos hasta completar la primera vuelta. Luego, si me veo bien, quizá acelere un poco.
Cada vez que pasaba por debajo de una farola miraba el Garmin. Todo el rato por debajo de 5'. Entonces decido cambiar la pantalla y ver sólo las pulsaciones, así no le doy vueltas a la cabeza.
En cada calle vamos adelantando corredores, desde el principio. Eso te da un buen subidón y te envalentona, quizás más de la cuenta. Y creo que es precisamente lo que le pasaba a mi compañero. Conforme sobrepasábamos a los demás, él aceleraba. Y yo con él.
Terminamos la primera vuelta. Mi gemelo no se ha quejado en ningún momento. Y a mi me empieza a hervir la sangre. ¿Pero que he de hacer para sujetarme? Mira que intento hacer las cosas bien, ser prudente, pero el llevar puesto un dorsal y saber que eres capaz de correr al menos un minuto por kilómetro más rápido, me nubla la razón y es entonces cuando comienzan a salir chispas de mis zapatillas (o como diría Casero, empiezan a chasquear las rodillas).
Desde el primer acelerón mi compañero me dice que siga yo, que él no va a ir tan rápido. Y es entonces cuando soy capaz de sujetarme un poco, frenar y seguir a su lado. Pero una cosa es lo que decida mi cerebro y otra muy diferente lo que mi cuerpo (que tiene memorizado el ritmo del maratón 4'15") hace. O sea, que sigo acelerando en progresión.
Lo bueno de la carrera es que cuando te quieres dar cuenta, se está acabando. Y así, cuando falta algo menos de mil metros, voy animando a Jose (mi compañero), para que intente acelerar un poco (más). Apenas puede ya hablarme, pero yo voy como en una nube. Es curioso como a esta velocidad voy mucho más agusto que cuando calentamos mucho más despacio, me encuentro en mi salsa.
Terminamos la prueba en 30'40". Son algo menos de 7 kms y mis sensaciones no pueden ser mejores.
Por un descuido de la organización (al no advertir adecuadamente que se habían agotado las inscripciones), decidí ceder mi dorsal a Antonio Layos, que no se había inscrito con anterioridad (anunciaban que se podía hacer el día de la carrera). Por lo tanto, no salgo en la clasificación.
¿La próxima? posiblemente Tembleque.

No hay comentarios: