viernes, 6 de marzo de 2009

Días como el de ayer

Días como el de ayer, jueves, hacen que un aficionado a correr se consolide como algo más que eso, más que un simple aficionado. Si bien las condiciones meteorológicas de toda la semana han sido bastante fastidiosas para la práctica de cualquier deporte, las de ayer pusieron la puntilla. Tras varios días de lluvias, amanece un soleado jueves con muy buena pinta. Claro que, desde detrás de la ventana de la cocina se aprecia bien poco el frío o el viento que sopla. Tras hacer varios recados a la parienta para que me de permiso para salir a entrenar, me visto de corredor ya pasadas las 10 de la mañana. En el coche, y dentro del pueblo, tampoco aprecio el viento que hoy sopla con especial entusiasmo, así que voy planeando hacer unos cambios de ritmo por las lagunas … por variar un poco.
Salgo por la calle del Pez y las sensaciones físicas no me convencen. Con estos cambios de temperatura, llevo la rodilla operada un poco dolorida; el pulsómetro tampoco ofrece una cifra a mi gusto.
Cuando llego al paseo de las lagunas me encuentro el especial panorama: los pinos y demás árboles torcidos por el fuerte viento y ningún vecino paseando. El viento me da de costado y mientras continúo arropado por las últimas casas del pueblo no le doy la importancia que en realidad merece.
Una vez llegado a la ermita de San Isidro la cosa empeora. Ahora me da por la espalda y la pequeña bajada tengo que hacerla frenándome con determinación. Me cruzo con León y Luisa y apenas podemos oir nuestra propia voz al saludarnos. Yo les digo que hoy solo salen los valientes …
Comienzo a rodar por el carreterín de las lagunas y me da por mirar el pulsómetro: 158!!! Como todavía llevo el viento parcialmente de espaldas me freno un poco, pero las pulsaciones se mantienen igual. Unos metros más delante, tras un pequeño giro, el viento me da de costado y es tan fuerte que me obliga a correr bastante inclinado. Esta postura me produce dolor en las rodillas, pero aguanto, acabo de empezar …
Me acerco lo que puedo a la pequeña muralla que rodea el recinto de baño y entonces no se si la cosa se mejora o se complica; el cuerpo aguanta un fuerte viento de costado, pero las piernas no, voy en tensión, empleo demasiada fuerza para aguantar de pie y conseguir avanzar hacia donde yo quiero. El pulsómetro sigue a lo suyo.
En el momento que más me acerco al agua me dan ganas de sacar el móvil y grabar un video de la imagen que estoy presenciando, las aves apenas pueden alzar unos metros el vuelo y tienen que dejarse caer de nuevo en el agua para no salir disparadas hacia la carretera, los tarays son sacudidos con tanta fuerza que producen un sonido verdaderamente aterrador (si llega a ser de noche me da algo), pero no, no puedo entretenerme en grabar o en hacer una foto, se que la arrancada después sería demoledora.
Giro al final del asfalto y vuelvo sobre mis pasos. Más de lo mismo. Ahora cambio un poco la distancia con la murallita a ver si gano algo, pero lo que hago es perder. Sopla tan fuerte que incluso me varía la trayectoria del pie que llevo en el aire. La pequeña superficie que ofrece la zapatilla de resistencia al viento me hace forzar aún más cada zancada, pero yo sigo, tengo que aguantar.
Justo después de la casa rural, al girar a la izquierda me encuentro un terrible muro ante mi, ahora si que llevo de frente el viento, y sopla tan fuerte que apenas soy capaz de avanzar … es mucho más duro que subir una cuesta muy muy empinada, ya que, por mucha fuerza que logre conseguir, el viento me arrastra literalmente hacia atrás. Tengo que inclinarme todo lo que puedo hacia delante y hacer un esfuerzo casi descomunal para superar apenas 30 metros. Nuevo giro y de nuevo el viento de costado, se agradece. No quiero ni imaginarme lo que me habría pasado si hubiese salido con la bici … uf!
Hago dos veces este recorrido, y el pulsómetro sigue subiendo, superando incluso las 160 ppm en bastantes ocasiones.
Con todo esto sobre mi cuerpo me hago una pregunta ¿Qué es lo que me hace seguir? ¿la preparación de MAPOMA? ¿mi cabezonería? ¿hay algo dentro de mi (y esto lo hago extenso a todos los corredores) y que no necesita respuesta para negar una ‘retirada’? Lo estoy pasando mal, pero me niego a utilizar el término sufrimiento, ya que no es eso lo que siento. Me duele todo el alma, pero sigo.
Regreso a casa, voy cumpliendo con lo que había planeado (bueno, los cambios de ritmo, no), estoy satisfecho con mi ¿hazaña?.
Cuando entro de nuevo por las calles del pueblo dejo de sufrir el azote del viento, es como si un enorme oso me hubiese estado dando un mortal abrazo y ahora me siento liberado; la sensación que tengo es de poder respirar, de llenar los pulmones a gusto, ya que antes, incluso esto me costaba ¡si hasta el aire se me escapaba de la boca!
El cronómetro se detiene en 01:03:56, exactamente el mismo tiempo para la misma distancia del lunes, pero con otras condiciones.

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